La mayoría de las experiencias de las personas dejan su huella en forma de emociones. Funcionan como un regulador personal, fomentando ciertos comportamientos o incluso filtrando los propios pensamientos. Es mucho más fácil notar algo que fortalecerá el estado de ánimo negativo que cualquier cosa que pueda cambiarlo.
Por eso, la capacidad de distinguir las propias emociones y regularlas es muy importante. Esta habilidad se practica durante toda la vida, por lo que se puede suponer que estará completamente desarrollada en la mediana edad. De hecho, numerosas investigaciones parecen confirmar esta afirmación: las personas mayores encuentran que su vida emocional es más estable en comparación con su juventud. Se describen a sí mismos como menos emocionales y afirman que es menos probable que busquen emociones adicionales.
Psicólogos de la Universidad de Duke examinaron a personas con edades comprendidas entre los 20 y los 83 años. Llamaron a personas elegidas al azar todos los días y les preguntaron sobre su satisfacción con la vida y sus emociones actuales en una escala del 1 al 5. Resultó que los participantes de mayor edad mostraron la mayor actitudes positivas Por otro lado, en la investigación de Jasielska (2011) sobre el tema del funcionamiento emocional de los adultos mayores, se observó una tendencia hacia el estado de ánimo negativo. Para este experimento se consideraron personas entre las edades de 60 y 85 años.
Se sabe que las diferencias en los resultados provienen de una variedad de experiencias de vida, estado material y carácter.
Las emociones condicionan la forma en que una persona se desenvuelve en el mundo. Las personas mayores con una mentalidad más positiva están más dispuestas a participar en diversas actividades. Muestran una actitud más amistosa hacia otras personas y están más satisfechos con sus vidas. Por otro lado, aquellos más propensos a experimentar emociones negativas son más conflictivos, hostiles, ansiosos o apáticos.
Es muy fácil quedar atrapado en un círculo vicioso. Si los mayores ven su edad en blanco y negro, tristeza y ansiedad es lo que sienten. Por eso, se retiran de las actividades diarias y notan cada vez más confirmaciones de que son débiles e inútiles. Las emociones negativas se exacerban y conducen a la depresión, ataques cardíacos, enfermedades autoinmunes y más. Una clave para la prevención del colapso de la salud es el análisis del pensamiento. Uno debe escribirlo en un papel y luego responder dos preguntas: «¿Qué confirma que mis pensamientos son correctos?» y “¿Hay algo que pueda demostrar que estoy equivocado?”. A continuación, es muy útil señalar una declaración nueva, alternativa y neutral. Este ejercicio puede parecer muy difícil al principio; es por eso que un poco de ayuda no tiene precio. Mientras que la perspectiva negativa de la persona mayor lo ciega y no le permite ver las partes buenas, la otra persona puede señalarlas.